Apps útiles para mayores: las 3 que de verdad merecen la pena

El problema no es que tengamos más años, el problema es que las aplicaciones las hacen veinteañeros que piensan que todo el mundo vive pegado al móvil. Botones diminutos, menús escondidos, pantallas llenas de iconos como si fueran un árbol de Navidad. Y luego nos dicen que “es muy intuitivo”. Claro, para ellos, que nacieron deslizando el dedo antes de saber coger una cuchara.

Lo bueno es que ya tenemos callo. Hemos visto pasar cintas de casete, fax, Messenger, televisores con antena y hasta las primeras conexiones a internet que tardaban tres minutos en cargar una foto. Así que nadie nos va a venir a dar lecciones: sabemos adaptarnos, solo necesitamos que la tecnología nos dé algo útil de verdad.

De eso va este artículo. No de sentirnos perdidos, sino de ganar tiempo y comodidad con aplicaciones que funcionan, que sirven para mañana mismo y que no marean con promesas vacías. Desde controlar la salud hasta leer gratis o tener las cuentas claras. Tecnología en cristiano, sin postureo.

Cuando la tecnología promete oro… y te da humo

Nos llevan años diciendo que la tecnología está para facilitarnos la vida. “En dos clics lo tienes hecho”, repiten. Sí, claro. Dos clics… y veinte pantallas después todavía no sabes dónde demonios está lo que buscabas.

Ejemplo real: pedir cita médica. Te dicen que la app del servicio de salud es rápida, moderna, segura. Entras y lo primero que te pide es un usuario que nunca recuerdas. Recuperas la contraseña y te manda un SMS. El SMS tarda. Lo metes mal. Lo vuelves a pedir. Cuando por fin accedes, descubres que tienes que elegir centro, especialidad, médico… y ya llevas diez minutos navegando como si fueras piloto de avión. Y todo esto para una visita de cinco minutos en la consulta.

No es que no sepamos. Hemos sobrevivido al fax, a los disquetes, a los teléfonos con rueda y a internet cuando hacía ruidos de nave espacial para conectarse. La experiencia la tenemos. Lo que pasa es que ahora las aplicaciones no están pensadas para gente normal, sino para chavales que viven pegados a la pantalla.

Lo que en la tele anuncian como “intuitivo”, en la práctica es un examen sorpresa. Pantallas llenas de botones diminutos, avisos que saltan a todas horas, notificaciones que parecen fuegos artificiales. Y claro, lo que iba a ser una ayuda acaba siendo un lío.

Aquí está el conflicto: la tecnología debería ahorrar tiempo, pero a menudo lo que hace es robárnoslo. Y lo más grave: nos roba la paciencia. A nuestra edad, lo que menos sobra es tiempo como para gastarlo en tutoriales interminables. Queremos cosas útiles, sencillas, que sirvan para mañana mismo.

Lo que sí funciona: apps que te devuelven tiempo de vida

La buena noticia es que no todo está perdido. Entre tanto humo y tanto botón inútil, hay aplicaciones que de verdad funcionan. Y no lo digo porque lo anuncie un influencer de veinte años, lo digo porque las usamos y cumplen lo que prometen: te hacen la vida más fácil.

Pongo un ejemplo claro: las apps de salud. Antes había que apuntar las pastillas en un papel en la nevera. Ahora hay aplicaciones como Medisafe que te avisan con una alarma clara, sin líos, de cuándo toca tomarlas. Y no te muestran gráficos raros ni menús infinitos: solo un recordatorio en el momento justo. Eso sí ahorra sustos.

Otro caso: hablar con la familia. Todos tenemos el WhatsApp lleno de grupos absurdos, eso no lo evita nadie. Pero configurado bien —silenciar lo que no interesa, poner accesos directos a los contactos que importan— pasa de ser un grifo de ruido a una herramienta real de comunicación. Y si quieres algo aún más limpio, existen alternativas como Jitsi Meet, donde entras en una videollamada sin tener que instalar medio planeta en el móvil.

Y luego están las finanzas, el terreno donde más nos toman el pelo. Aquí hay apps que merecen la pena, como Fintonic, que conecta tus cuentas y te avisa cuando un banco intenta colarte una comisión. No es magia, es vigilancia automática. Y si no quieres conectar nada, Money Manager te deja apuntar ingresos y gastos sin que parezca que estás haciendo un máster en contabilidad.

Lo que diferencia a estas aplicaciones de las demás es sencillo: cumplen una función clara, no marean, no pierdes tiempo. Son como ese amigo que llega puntual, hace lo que tiene que hacer y no da la lata.

Tres apps que de verdad merecen la pena

Wallapop: el mercadillo sin tener que cargar cajas

Todos tenemos un armario con cosas que llevan años sin ver la luz: esa cafetera que nunca usaste, la bici estática que ahora es perchero, el abrigo que te queda grande o pequeño. Antes esas cosas se quedaban criando polvo, hoy se convierten en dinero. Wallapop es tan simple como hacer una foto, poner un precio y esperar a que alguien de tu barrio te escriba. Y funciona. Cada venta es como limpiar la casa y llenar la cartera al mismo tiempo. Es fácil mejorar tus finanzas únicamente usando esta app.

Glovo: la tienda del barrio en tu bolsillo

¿Se te ha olvidado comprar leche? ¿Necesitas un medicamento y no te apetece salir de noche? Con Glovo puedes pedir desde una barra de pan hasta la compra completa. En menos de una hora lo tienes en casa. No sustituye al paseo al mercado, pero te salva la papeleta cuando la nevera está vacía o cuando las piernas dicen “hoy no salimos”. Es comodidad pura, y cada vez más jubilados lo usan sin miedo ni complicaciones.

Kindle: la biblioteca en la palma de la mano

Leer siempre ha sido un placer, pero con los libros electrónicos se ha vuelto aún más fácil. Kindle permite tener miles de títulos en un solo dispositivo. Lo mejor: puedes ampliar la letra todo lo que quieras, leer con poca luz sin dejarte los ojos y llevar tu biblioteca entera de viaje sin cargar peso. Hay clásicos gratis, novedades a buen precio y ofertas diarias. Para los que aman leer, es como abrir un cajón infinito lleno de historias.

Tres aplicaciones, tres maneras distintas de ganar tiempo, dinero y entretenimiento. Nada de humo, solo lo que sirve mañana mismo.

Las apps que mejor borrar: promesas vacías y anuncios a puñados

No todas las aplicaciones merecen estar en el móvil. Algunas son como ese vecino que nunca se calla: ocupan espacio, gastan batería y al final solo sirven para molestar.

Un clásico son las apps de filtros milagrosos, como FaceApp o AgingBooth. Te prometen enseñarte cómo serás dentro de 30 años o ponerte cara de Hollywood. ¿En serio necesitamos otra arruga digital? Además, suelen ir cargadas de anuncios y piden permisos que no hacen ni gracia.

Luego están las famosas apps de “limpieza mágica”, tipo Clean Master o CCleaner para Android. Supuestamente hacen que tu móvil vaya como un cohete. En la práctica, solo meten publicidad y ralentizan más de lo que arreglan. El mejor truco de limpieza es borrar las apps que no usas. Gratis y sin humo.

Y cuidado con algunos juegos gratuitos como Candy Crush o Clash of Clans. Empiezas por curiosidad, pero pronto te invitan a pagar por vidas extra, mejoras o accesorios absurdos. Gratis, gratis… hasta que miras la tarjeta.

La norma es clara: si una app parece demasiado buena para ser verdad, seguramente lo único que quiere es tu tiempo (y tu dinero). Mejor quedarse con pocas, pero útiles.

Tecnología en cristiano: quedarnos con lo que suma

La tecnología no está para complicarnos la vida, sino para darnos alas. Y la verdad es que, bien elegida, puede ser una aliada brutal: vender en Wallapop lo que sobra en casa, pedir en Glovo cuando no apetece salir o leer con Kindle sin dejarse los ojos. Eso es lo que importa: cosas sencillas que te hacen ganar tiempo y vida.

No se trata de tener veinte aplicaciones instaladas. Se trata de quedarnos con tres, cuatro o cinco que de verdad usamos cada semana. El resto es ruido. Y si algo hemos aprendido con los años es que el ruido sobra.

Avatar de Pepe

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *